Marzo

Si me convierto en un árbol. Si me salen ramas (alas) y raíces. ¿Qué árbol seré?

La playa, el viento, scirocco. Primer día de primavera del año. La vida. Volver a casa tirada por el huracán de aire caliente. Tirada, no mecida. Yo que me veo con algo que ayer no tenía.

La casa, la infusión, los olores. Eucalipto, melissa, manzanilla y mis preferidos. La canela, el jengibre, y la lista de cosas que hacer que, de nuevo, ignoro.

El baño, el reflejo, las tijeras, el reflejo, las tijeras con el pelo húmedo, con el pelo limpio, con el pelo liso, con el pelo seco. Mucho mejor, el reflejo, digo.

La risa. Los calcetines que no hacen marcas en las pantorrillas. Tres capas menos. Tender la ropa en manga corta. “A tender la ropa” decía cuando me iba. Me he ido tantas veces pero afortunadamente aquí sigo dentro de mí. A veces me represento.

La noche, bodas de sangre, el jinete, el verde, el secarral. La novia. Te voy a abrazar 40 años seguidos. Me giro, me vuelvo, galopo, me quedo. El secarral de allí. El de aquí. Mi tierra húmeda llena de hinojo. Me envalentono y te digo, que tienes los ojitos como fruta del olivo. Un olivo, una encina, un árbol entero dentro de mí. Cambiemos la torre por el árbol, hagamos de esto algo más proficuo.

La improductividad. Los deberes. Las carreras. La actividad. Ahora sueño que hago esto. Ojalá la vida fuera tan simple como lo es a veces transportar la fruta a casa. Las obligaciones. El sueño. Despierto y vuelvo a empezar. Igual mañana iré más despacio. (Conociéndome, no lo creo, ni siquiera me da tiempo a escribir lo que mi cabeza redacta).

La lluvia. Lluvia dos meses seguidos. Los huesos calados hasta el tuétano. Todas las palabras que me gustan y que no quiero olvidar. Repítelas ante el espejo, mantra motivacional. Como carne porque ya no veo el animal. Porque yo era ésta y ahora soy otra. En realidad soy la misma pero tengo menos cabellera. El aire ya no era capaz de despeinarme.

Me siento en la silla, me siento en la cama, me siento en la bañera con las piernas cruzadas, me tumbo en el suelo. Me lleno de mierda aunque haya limpiado el suelo esta mañana porque vivo en una casa de arena. Me lavo, me ensucio, me canso, duermo, despierto. Tengo frío y me arropo y tengo hambre y como. Decido poner mi felicidad en todo lo que nadie va a poner en una carta de recomendación.

Miro el espejo, miro el calendario, me cuento las arrugas, las canas, la celutitis. Me río de nuevo. Me siento la voz más ronca, la sonrisa y las caderas más anchas. Los ciclos menstruales dolorosos como partos. Me estoy acercando a un momento en el que la torre será un árbol. Me estoy acercando a la primavera que dirije la luna llena con la que hablaba ayer por la ventana. Cubro mi cuerpo de hojas verdes y hojas secas, así no se me ven más los defectos. Leo libros feministas. Leo libros de mujeres. Comulgo con algunas cosas y con otras me contradigo. Comulgo la masculinidad del terreno gitano de las bodas de antes. Comulgo con la mantilla y me casaré con el velo. Todo puede volverse a escribir.

Todo puede ser dibujado. Collageado. Photoshopeado (tambien mi celulitis). Todo puede ser profundo o tremendamente superficial. Y entre ambos puntos me muevo, porque me gusta hablar de cómo cuece las patatas la mujer de mi frutero para hacer recetas de mujer de mi casa. Porque quiero abrir la ventana del mundo de las mujeres que nunca he entendido por qué no sintieron la necesidad de salir de sus ciudades.

Ahora me veo sin ganas de salir de la tierra que me está creciendo dentro. Veo las estaciones venir, sé que viene la primavera, y no quiero moverme. Estoy aquí con un ojo en cualquier allá que se me presente. Borboteo marzo porque me falta poco para hacerme más vieja. Más sabia, como la corteza de este árbol. Más ferviente, como las ancianas que van a misa. Más terrenal, como tirarse en el suelo a estirar la columna vertebral. Más superficial, como las vidas en las que me asomo por sed antropológica. Más conectada, como me lo dice el viento, la luna, el mar, y el espejo. Más liada. En la cabeza, con mis historias. Y ahora también, con mi pelo.

 

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Fueguitos

Hay ciertas cosas que te mueven por dentro, que encienden un fuego en una parte recondita (tienes que avivar ese fuego, recordarlo, evitar que se apague).

Comprender que de cualquier siuación la primera parte es tu cuerpo que intenta frenarte, intenta que no lo hagas (por la superviviencia, y eso). Y entonces se desencadenan las inseguridades, los miedos, y la incomodidad de lo nuevo y las primeras veces.

Después de esa etapa de mierda el mundo vuelve a brillar y todo es maravilloso.

Creí que seria una aventurera de las que no tienen casa, una conocedora del mundo, una viajera. Y resulta que soy todo lo contrario a eso. Algunas capacidades me faltan, porque no las he entrenado y se han adormecido, otras son características con las que yo he nacido y lugares donde me gusta acurrucarme, sin pensar mas adelante si sería feliz en cualquier otra parte. Soy feliz ahora, ¿para qué necesito cambiar el paisaje?

Sin embargo, lo reconozco, el ying yang de los acontecimientos necesita que metas sacos en ambos lados de la balanza. Y que mientras trabajas contigo misma la escritura, la enseñanza o las ideas extravagantes sobre la comida y tu cuerpo, también lo hagas en lo que se respecta al miedo a la soledad, la tolerancia y la elasticidad a las situaciones que no conoces, donde los saltos al vacio son una orden del día, y no una pesadilla, y donde empujarte al límite para crear una versión de tí misma más libre sea algo tan fundamental como aquello que te llevas a la boca.

Por eso me da esperanza el hecho de que todo o casi todo sea algo que, llevemos dentro o no, puede ser instruido, repetido y convertido en un hábito. Porque con todas las faltas que tengo en tantas características (que parece que mientras aprendo la vida adulta y encuentro mi equilibrio se me va olvidando lo que me componía cuando no tenía la cabeza encima de los hombros, aunque no haya pasado mucho desde entonces) es un alivio saber que no esta todo perdido si se sabe que esta todo perdido y se puede empezar de nuevo.

Lo importante, en cualquier caso, es que ya sea dando la vuelta al mundo en canoa o empezando un nuevo trabajo, todo se haga con dedicación, amor, pasión,  los brazos abiertos y el cerebro plástico. Porque sólo de este modo irá todo por donde tiene que ir.

Para algunos el verdadero viaje a la felicidad es descubrir nuevas tierras, para mí es tener nuevos ojos.

La madonna de las montañas

La madonna de las montañas

Los domingos de curación son como las fiestas de guardar.

Te acercas al templo sediento, en ayunas, deseoso, y vuelves con el corazón tranquilo y las manos llenas de hierbas comestibles.

Mi templo tiene las paredes verdes de pinos y robles, las vidrieras son del gótico tardío de las nubes. Su iluminación cambia la transparencia, la salinidad y la agitación del lago, que es el púlpito. Como buena feligresa, convencida de esta religión que te limpia el cuerpo, llego a la misa  con flores silvestres enredadas en el pelo, hojas de helecho pegadas en los codos, ramichuelas como los ramos de los pobres. Una bigota que se acerca con la cabeza gacha, la china dentro del zapato, las rodillas manchadas de tierra. Siempre tengo los tobillos llenos de picaduras de ortigas y mosquitos.

Los fieles no llegamos impolutos, vamos al lago a lavar nuestras preocupaciones, a sentirnos mejor por nuestros fingidos olvidos. Olvidamos la rabia que nos construimos a nosotros mismos dejándonos proyectar nuestra vida de las circunstancias de los otros, en lugar de proyectarnos en una casa de madera y atrevernos a ser felices como los ermitaños que somos por dentro. Pedimos perdón por tratar de tener los deseos incongruentes de los demás, como si eso nos fuera a dar una felicidad que no consiguimos arrancarnos de la piel. Todos los devotos de la virgen del monte sabemos que nuestra casa, nuestra vida y nuestros sueños están hechos del mismo material que las cortezas de los árboles.

El amor de mi vida sabe que vengo con fe devota, con las palmas abiertas por las heridas de una mañana de guerra leñadora. Por eso me deja tranquila, se sienta en otro peñasco lo suficientemente lejos para que yo pueda escuchar lo que me dice el lago, o que el lago escuche lo que yo le digo (como si un lago pudiera estar al tanto de las visicitudes de los humanos, tenemos la mala costumbre de creer que los dioses escuchan las plegarias de engranajes tan inútiles como nosotros).

Empieza el concierto sólo cuando cierro los ojos. La misa es el silencio interrumpido por el repiqueteo de las ondas contra las piedras de la orilla. Cuando exhalo noto el aire abandonar mi cuerpo a través de los dedos, como si fuera un pianista acompañando la melodía de los cantos rodados.  El amor de mi vida escucha la misa en otro lado, porque él tiene los ojos de agua salada y le reza a otro paisaje diferente (un paisaje de olas y pulpos entre las rocas) pero entiende que yo soy la tierra seca y la madera fría del invierno, y me trae siempre aquí porque si no me moriría entre toda esa humedad. Después del sermón me siento liberada. Me hago una señal de la cruz sin cruces pero con pinos y sé que mi vida se vuelve a unir a los pulmones de la tierra.

La gente sigue tallando esas formas de hombres en las iglesias, cuando la catedral verdadera se encuentra en estos bosques. La línea directa con las montañas es la religión que me ha conquistado después de todos los años de peregrinación agnóstica. Muchos se llevarían las manos a la cabeza, profana, mendiga, mundana, atea, pagana. Besarían su cruz de plata y seguirían viviendo su vida entre los edificios de quince plantas y la línea matropolitana. Lo cierto es que tampoco me importa.

 

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Qué hice el último mes.

Qué hice el último mes.

Internet es un arma y una herramienta espectacular. Es algo que va más allá de lo que nosotros podemos abarcar. Hoy en día no podemos viajar, cocinar, hacer deporte, aprender algo, divertirnos, hacer amigos, leer o comprar sin internet. Entre otras muchas cosas.

Esto no es una parrafada resumiendo los últimos documentales que he visto. Aunque sí tengo que decir que los libros y los documentales tienen un efecto espasmótico sobre mí. Después de leer La enzima prodigiosa y de ver Cowspiracy me volví vegana, hace un año. Después de ver Lo and Behold y Live in Public tomo esta decisión. O soy muy impresionable o verdaderamente necesitamos no dejar nunca de aprender y abrir los ojos hacia algunas cosas. Lógicamente la experiencia de vida y las circunstancias marcan el inicio de ciertas reflexiones que encuentran el sustento en los libros y documentales que utilizas para profundizar en el argumento. Como decir que El estudio de China es mi libro de cabecera en el que reencuentro algunos de mis motivos y la fuerza para continuar a decir que no al 30 % de los alimentos.

No hay nada que no empiece con las sensaciones vividas en tu propia carne.

Y por eso de aquí en adelante no tendré ni twitter, ni facebook, ni instagram.

No quiero que ningún conocido del colegio o de la universidad me busque una tarde de domingo para ver cómo se ha desenvuelto la vida de mis últimos cinco años a través de mis fotos de perfil. No quiero que ni él ni otros puedan comparar mi vida con la suya para ver quién ha llegado más alto, quién es más feliz, quién se mantuvo en forma y con menos arrugas.

No quiero conocer a una persona en bicicleta y que me llegue una petición de amistad después de haberle dicho sólo mi nombre (sobretodo, porque con el casco y las gafas uno es irreconocible). Y que necesite mi instagram para saber cómo es mi cara sin elementos ciclisticos o para saber si tengo pareja.

No quiero desear las vidas (las porciones irreales de vidas) que mostramos en estas redes sociales. Donde tan pronto desearé vivir en Australia y comer fruta de la pasión con veinte kilos menos de los míos, como ir a Noruega en pleno invierno a beber chocolate caliente después de esquiar. No quiero desear trozos de vida que no existen en lugar de vivir la mía, que es real.

No quiero ser yo la que se compare. La que diga que soy demasiado joven o demasiado vieja para __. La que se pregunta si las circunstancias hubieran cambiado mi presente hacia uno mejor o peor. No quiero pensar que mis costumbres, mis aficiones, mis horarios y mis principios son justos o erróneos.

No quiero que una pantalla se adapte a mí. No quiero adaptar mi vida a una pantalla, unas canciones, unas frases, unas fotos de perfil. No quiero verme en las situaciones bellas y cotidianas de mi vida pensando en enseñarselo a un agujero negro sin identidad en lugar de vivirlo.

Cuando cumplí dieciséis años, me ví toda la serie de Al salir de clase. Yo soy una millenial, como se dice ahora, y no una chica de los ochenta. Lo cierto es que la comunicación, la relación humana, las sensaciones encontradas en tantas circunstancias me parecían mucho más reales en mi primera infancia que en mi juventud, cuando el facebook o el twitter o el fotolog, el blogspot o el youtube marcaban la interferencia entre la realidad y el personaje. Siempre pensé que me hubiera gustado vivir en aquella época de Al salir de clase, cuando los jóvenes se llamaban por telefono y enredaban el cable entre los dedos. Cuando se quedaba, y se hacían cosas. Y tu tenías la sensación de estar en el momento presente, sin interferencias. Algunos dirán que la tecnología es progreso, pero es un arma de doble filo, aunque sea banal decirlo.

Yo pienso que el progreso, o mejor dicho, el futuro, sólo es posible a través de la involución. Tenemos que recular como especie para evitar cargarnos todo lo bueno que nos queda en los próximos cincuenta años.

Tenemos que volver a alimentarnos con semillas, cereales, hortalizas y frutas, en lugar de alimentar a los animales con los cereales que salvarían al planeta de la hambruna.

Tenemos que volver a hacer pan, a cocinar comida real, a tratar nuestro cuerpo como un templo, para evitar las enfermedades que se derivan de los químicos y de la ausencia de nutrientes del 90 % de lo que hay en un supermercado.

Tenemos que inverir más en alimentos reales y menos en medicinas.

Tenemos que dejar de destruir ecosistemas y fauna.

Tenemos que volver a la autoproducción, a sentir el valor de las cosas a través del esfuerzo. Creo que algo que no requiere esfuerzo no te da la felicidad. Comer cuando tenemos hambre, dormir cuando estamos cansados, amar cuando hemos echado de menos y ducharnos cuando hemos sudado. Son los momentos en los que el ser humano se siente más animal, más humano, y más libre.

Tenemos, sobretodo, que vivir la vida que tenemos, y no las proyecciones de vida de los otros. La televisión basura, el mundo conectado que nos hace cada vez más solos. Dejar de etiquetar las cosas, no meternos más en casillas para sentirnos aceptados por parte de algo que nos pide todo y no nos da nada a cambio. Reducir horas de televisión, reducir pertenencias, reducir amigos, reducir deseos, reducir horas y horas de información delante de nuestros ojos. Reducir la sobreinformación.

Internet es la sobreinformación, la que hace que tú mismo ya no puedas elegir qué quieres buscar, leer, ver. La que te presenta todos los deseos que nunca podrás tener, el portal de la insatisfacción, la que te aleja de tu presente. Tenemos tantos amigos, tantas opciones, tantos sitios a los que ir, tantas cosas que hacer, y tanto que trabajar para conseguir esos estúpidos sueños prefabricados que nos hemos abrumado, y nos hemos quedado sin amigos, y sin querer estar con uno mismo. Sin opciones, porque ninguna es lo suficientemente buena comparada con otras que hemos visto o escuchado. Sin sitios a los que ir porque no estamos en el sitio en el que realmente estamos, no lo vemos, no lo agradecemos, no lo vivimos. Sin cosas que hacer porque a la larga lista de obligaciones se interpone la interferencia de la bandeja de facebook o el Candy Crush. Y sin sueños porque lo que soñamos es ficticio e irreal. Y tu sueño primigenio se te antoja pobre y simplista.

Para mi el progreso es decrecer, reducir, disminuir. Volver.

Es estar en el momento de ahora, con las nuevas horas de vida que se te ponen delante cuando eliminas las redes sociales (y te das cuenta de la cantidad de tiempo que pasabas en su compañía improductiva). Es vivir la vida que tienes, hasta verla sin los ojos de las expectativas. Sentirla tal y como es, y aceptarla. Aceptarte a tí mismo, aceptar tus elecciones, amar tus elecciones, y darles el valor real que tienen. Odio las frases rollo «Todo llega a quien sabe esperar» como si tu no tuvieras el control sobre tu felicidad. No es que nada va a llegar, es que ya ha llegado. Se trata de amar la vida que tienes. Y para eso creo que es necesario no dejarse influir, condicionar, comparar ni frustrar con las pequeñas piezas de la vida de los otros. Sobretodo si se nos muestran en bandejas de plata y tags.

He pasado un mes sin instagram, varios sin facebook, y me he dado cuenta de que he ganado en tiempo, en presencia, en felicidad, y he concluido y he hecho cosas que realmente quería hacer. Tengo sueños, deseos, proyectos. Pero todos ellos corresponden a mi vida real, conviven con las circunstancias que me rodean y son parte del camino que me compone. Un camino que, si me dejara influenciar por las redes sociales sería simple, retrógrado, doblegado, desaprovechado,  resignado, tradicionalista, y prematuro. Y que para mí lo fue hasta que apagué la conexión entre lo que esperaba de mi vida fantaseando con toda aquella sobreinformación y lo que me hacían entender que era el sueño real. Que para mí comenzó a ser el camino justo, ideal, y con sentido cuando me limité a vivirlo en el presente y a verlo con los ojos reales.

Me voy a la vida real, a la que tengo, a la que amo, a vivirla. A exprimirla con la fuerza que no me roba la publicidad y los cánones de vida perfecta. A pensar en mis prioridades como válidas y diversas del resto de los mortales, sin que esto sea un problema. Me voy a concentrar en mis principios, a decrecer, a reducir, a agradecer, y a cuidarme. Internet me estará esperando sólo para escribir o buscar recetas nuevas. Es estupendo saber que se acabó lo de cotillear y juzgar a gente, y que ya nadie podrá cotillear y juzgarte a ti, ni siquiera tú mismo.

 

Recomiendo enormemente:

  • Documentales : Cowspiracy, Meat the truth, Food Inc, (nutrición) Lo and Behold, We live in Public (internet) .
  • Libros: El estudio de China – Dr T.Colin Campbell, La enzima prodigiosa – Hiromi Shinya, Simplify – Joshua Becker.
  • Próximas lecturas: La vida líquida- Zygmunt Bauman, Los no lugares – Marc Augé.

Dejé-de-Esperar-Cosas-de-la-Vida-y-Empezaron-a-Suceder-Milagros1

Automático

Automático

veo el cielo.

Veo el cielo que cae de espaldas

(Me caigo de espaldas con él)

Este dolor de cabeza me ha vuelto a sentar en la terraza, a ver el atardecer.

Así nos sentamos siempre, mi sombra y yo.

A veces me da rabia la posición perfecta de las nubes, sobre todo cuando estoy sola en la casa y no puedo avisar a nadie para que venga a disfrutarlas conmigo.

Me da tambien rabia cuando camino por la calle, veo un cielo bonito y nadie se para a mirarlo. Por eso suelo hacerle una foto que nunca hace justicia, y me la llevo en el bolsillo, como testigo silente de lo que se me ha puesto frente a los ojos.

Últimamente me encuentro a mí misma riéndo entre dientes frente a la posibilidad de que alguien se entere de por donde van mis derroteros. Alguien que me mire, me ponga la mano en el hombro y diga «Pobrecita mía, tan desperdiciada»

De toda la promoción de mentes pensantes, entre las que yo de vez en cuando (pero sólo en clases de literatura) podía decir algo coherente. Y ahora he perdido los papeles de la poesía soñando con volverme más rica.

Pobre de mí, qué será de mis manos nacidas para escribir con tiza en encerado lo que cada noche debería repasar en mis apuntes.

Pobre de mí, que seguramente acabaré con las manos llenas de barro, aceite, barniz y jabón de lavar, con las venas resaltadas y arrugas prematuras. Y pensar que esta chiquilla podría haber estudiado, podría haber sido egoista, podría haber sido jaleada e infeliz…

Por eso igual me he ido a otro país. Para leer mis libros por la noche cuando no me ve casi nadie, para jugar a ser la ignorante, la echada a perder delante de los ojos de la gente, y que no sea raro en este fin del mundo. En este fin del mundo en el que yo puedo ser lo que quiera: lectora, ama de casa, compañera, agricultora, deportista, escritora, vendedora, experta en teclear en el ordenador.

En este fin del mundo donde mis prioridades han cambiado tanto y siguen cambiando. Donde no me importa haber crecido, vivir en el pasado.

Donde no me comparo, y los ecos de familiares y amigos, las posibles teorías con las que yo podría ser juzgada, son humo que se disuelve con el viento de mi terraza.

La cabra y la encina

Escrito el 25 octubre 2016

Vamos a centrarnos en lo que de verdad importa.
Vamos a cavar un poco, continuando a hacerlo siempre en el mismo agujero
quizá de este modo podremos encontrar agua.
Haz las relaciones por arte de birbibirloque,
por azar o por imaginación extrapolada.
Hagamos que los frutos de las encinas se los coman los cerdos que no serán asesinados nunca
y se los coman tambien las cabras.
Que la economía se sustente
trabajando menos horas al día
(pero más medias horas y mejores)
Formando y construyendo algo
mientras se construye y se forma algo dentro de mi.
Para que, al cavar y cavar
el esfuerzo no sea el estres que uno no es capaz de soportar.
Y sea, en vez de eso,
algo que nace naturalmente, pacientemente, y con toda la pasión con la que salen
las cosas que hay en una cabeza pero aun no eres capaz de definir.
Si fueran ya ideas definidas no serías original.
Así que no te ocnformes con una cosa.
Bate todo junto y saldrá una comida
con tantos sabores.
Donde la cabra siempre tirará al monte.
Donde la encina siempre tenga pies de raíces para seguirla.
¿Será esta la próxima decisión consciente?
La primera me salió bastante bien….

Preludio

Escrito el 23 octubre 2016

De todas las cosas que tienes ¿hay alguna que te falta?
de todas las cosas que sientes ¿hay alguna que echas de menos?
De un revuelto sin huevos nace un batiburrillo consciente e improvisado
Guiada por la mitica frase trillada, el significado se concentra en una frase
¿Cual es el animal que arde con tres fuegos? El ser humano.
Los fuegos son Amor, Curiosidad y Sueños.
La imposibilidad de planear te guía al derroteros de horarios y pautas marcados
en mi cabeza hay un laberinto en el que corro guiada por una sargento rusa, crecida en alemania al son de un silbato
en mi cabeza vive el tiempo como un reloj de arena
chillón y constante
toda la rabia que me produce tiene que irse fuera
o yo me quedaré atrapada dentro
tiene que desaparecer
al menos de mi genética puedo huir hasta un cierto punto
(lo prometo, lo pronmeto que lo intentaré,
como aquel que deja de fumar
dejaré las galletas,
el agua embotellada,
seré aun más monito de circo para que otros digan «qué raro»
y los raros son ellos)
y me orientaré hacia el único dia de la semana que me sale bien
desde hace algun tiempo
que no existe en los domingos y entonces podemos jugar a que él no nos persigue.
(pero luego llega el lunes y parece un maratón)
Hay gente que se descubrió en los bares
o incluso haciéndolos
quien puso el restaurante, la tienda a granel, quien dijo
«seré autónomo porque es lo único que se puede ser en el siglo xxi sin morirse de hambre o de asco»
(totalmente de acuerdo)
y ahora se lleva a cuestas una carga que es más liviana de los cabreos cuando intentas meter la cabeza
en algún sitio que forme el estado
la nación, los procesos burocráticos
(nada nuevo bajo el sol)
La necesidad empuja la virtud, decían algunos, por eso la necesidad de un plan que sea único y se ajuste a un tiempo más largo que el de las manecillas del reloj, me guían a quitarme cosas para agarrarme al segundo en el que le gano la partida al tiempo
el minuto en el que vivo una vida más pura
y con ello entiendo que no me preocupa nada que tenga un enchufe y me releo libros para que el mundo no se vaya a la mierda
creando igual hábitos de los que quitando 50 modas permaneceran unas bases prácticas
y viviendo la pura vida
que se escapa entre los dedos y a veces somos capaces de agarrar debajo de un árbol
cuando nos olvidamos de todo aquello del principio y llegamos al minuto libre
que sueñan siempre los poetas.

La vida pura es una intención para conseguir una oportunidad
que está en mi cabeza y me sirve.
La pura vida es el resultado
que aparece en el momento más inesperado y te dá un toque de gracia
y de esperanza.