Puede ser una señal, y casi te deslumbra.
En el dolor, no obstante, el abrazo es más rápido que un cepo.

 

Te he dejado dormir tres horas, y de vez en cuando iba a mirarte descansando, como un niño tranquilo y pequeño, sin ninguna preocupación por la cabeza. Cuando te has despertado, he inspeccionado tu cara en todos sus detalles, tratando de saber si este flaco favor de siesta larga te habría devuelto todos los años de vida que te he quitado a base de disgustos.

Cuando hablamos de una persona que esta mal, empezamos a analizar las características de la enfermedad, ya sea leve o grave, real o ficticia. Tomamos el pulso a la gravedad del asunto, intentando medir su importancia a través de los daños colaterales que crea. Ponemos la vida del paciente patas arriba. Intentamos mirar los síntomas desde puntos de vista freudianos, atribuimos la ausencia de proteínas a la sensación de total abandono. En todo este proceso, el paciente está solo. No porque no haya médicos, profesionales, familiares y novios que no beban los vientos por el paciente, que no intenten dar una mano allí donde sus posibilidades les permitan. El paciente está solo porque la burbuja de la enfermedad es grande, tiene los bordes espesos como el cristal de las gafas con demasiada miopía. Desde allí dentro, uno no es capaz de escuchar los gritos de auxilio del uno, los sentimientos amorosos de los otros.

Se crea una barrera en las enfermedades que no se ven.

Son enfermedades que atacan la médula ósea, el cerebro, la atención y la capacidad de reconocerse en el espejo. El paciente se siente otro y ese otro no es si no la figura esperpéntica reflejada en los espejos del callejón del gato. Y de todo esto no podemos dejar constancia, trazo, descripción que pueda dar una visión objetiva, un informe y una receta.

No voy a divagar de la vida, de las luces y de los claros. A veces, el paciente no es capaz de ver ni lo uno ni lo otro. A veces el paciente no ve nada más, porque el paciente tiende a ser egoísta, como característica de su enfermedad solitaria de la que es portador.

Por eso el paciente no está al tanto de los muertos o víctimas que deja por el camino, y que hace marchitar con su aliento viciado de pensamientos circulares. Los demás, las víctimas son esos que rodean al paciente, de manera atolondrada, sin saber cuáles son las palabras, los gestos, los momentos más adecuados para hablar. Las opiniones aceptadas y las inadmisibles, las teorías descabelladas y aquellas desesperadas. Los que pierden el sueño y la vida sin saber por qué o cómo han podido aunque sea de manera periférica provocar o dejar que eso le pasara al paciente. Cómo se llegó hasta ese punto. Cómo ocurrió.

Es inútil dar vueltas al parte meteorológico porque comprobar el tiempo cada dos días no impedirá que llueva el día que menos lo deseas. Es inútil empecinarse al por qué , al cómo, a las estrategias innovativas que sostendrán tu delicado equilibrio entre el pensamiento razonable y la sospecha de una enfermedad incurable. Es inútil hacerlo porque no lo hacían nuestros antepasados, no lo hacían aquellos que venían delante. Todos los que lo hicieron tuvieron la misma amarga fortuna de Anna Karenina.

El paciente rompe la burbuja de su dolencia para mirar las caras ajadas y descompuestas de los que han perdido el sueño con ellos. El paciente quiere darles de nuevo el color a las mejillas, la vitalidad que él mismo se chupa para intentar salir del hoyo. El paciente sabe que no escaparán despavoridos, que solo pocos conocen las consecuencias de taponar una fuga de agua con la mano. Pero, afortunadamente, el paciente no está dispuesto a destrozar más vidas que la suya. Y ese pensamiento puede ayudar al paciente a recoger sus bártulos, ponerlos en una habitación, hacer la magia del orden y tirar el 90 por ciento de vida que no sirve, y volver a empezar de cero, desde lo básico, aprendiendo a dormir, a comer, a vivir.

Aprendiendo a disfrutar del mejor día de su vida en los últimos siete meses, cuando ha tocado el fondo, y entonces se deja llevar y ve cómo es posible volver a vivir.

 

Para el amor de mi vida,
che conosce tutto e mi ama ancora.

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