Tarde para irnos intactos

Salamanca me recuerda mucho a Vetusta Morla. Los escucho antes de llegar, cuando me voy, y cuando estoy morriñosa por aquel lado. Y tiene todo el sentido del mundo porque igual que entiendo el romanticismo de las canciones me puedo imaginar el calor que tienen que pasar en Madrid en junio. A ver, así es la vida,o al menos como te la presentan. Para hacer esas letras increibles seguro que se han comido la boina de mierda que hay encima de Madrid y muchos meses sin ir a la playa. Pues como todo, la fotografía de la vida de la gente está muy alejada de la realidad de cada uno. Lo importante es que uno esté orgulloso de la parte menos fotogénica de su vida.

Mientras que en mi parte de allí sueño y vivo con Lucio Battisti de otoño, y muchas caribeñadas en los veranos de cinco meses. Está bien así. Como lo está ahora mi vida, después del aquí y el allí y la cabeza poniéndose como un bombo intentando encontrar una linea recta.

Pero las personas no somos líneas rectas, ni caminamos así. Igual ahora yo camino por la piedra pero esta piedra esta dentro aunque no me pertenece, porque he decidido que me pertenezcan los atardeceres añiles en vez de los naranjas. Y porque aunque no lo hubiera decidido el viento húmedo me ha empapado hasta los huesos y soporto mejor los 50 grados que los bajo cero.

A todo se acostumbra uno, lo que no me iba a imaginar es que lo iba a amar así tanto. Como el día que dije «fui a la montaña para darme cuenta de que era del mar» así de marítima me encuentro después de la incomodidad de las idas y venidas por la cara norte (de Salamanca hasta Gijón y tiro porque me toca). Yo no soy folclorica, pero la Taranta de Einaudi será lo que ponga en mis oídos apenas el avion aterrizado me devuelva el wifi, allí en mi culo del mundo.

Qué mal lo he pasado a la ida y qué bien me lo voy a pasar a la vuelta. La incomodidad sirve a hacer las paces con los distintos lugares. De aquí la civilización y la calles ordenadas, las más de mil vidas que podría haber tenido, la piscina con calefacción, los libros en hilera, las hileras de miradas que me han traído tanta nostalgia. De allí el instinto, la vida que me empuja cada vez más a la diferencia entre el día y la noche, las estaciones, los campos de visión vacíos donde se ve a lo lejos y no es una meseta, es agua y montañas. Y todo produce la confusión, la contradicción, la misma que te hace amar los coros rusos católicos y la música balcánica, sin que todo esto interrumpa el hilo argumental coherente.

Me han dicho muchas veces que en la vida hay que ser coherente. Y por eso tenía tantos líos en la cabeza. No había entendido que si deseas comer almejas siendo vegano tienes que comer almejas, y eso es contradictorio pero coherente. Pues así con todo, como decidir amar de aquí en adelante a una persona que no te ha quitado tu vida, que te ha enseñado otra. Del mix de todo está lo de aquí y lo de allá, un batiburrillo parecido al realismo mágico de los objetivos de año nuevo.

Lo incómodo te mete los alfileres en el vestido. Salir ileso con tus cicatrices bien cerradas es lo que hace que puedas irte con una sonrisa, y serena.

 

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